Martha no sería publicada. Era y siempre fue uno de esos pasatiempos de escritores que pretender ejercitar un poco la pluma y el alma, pero nunca un cuento publicarle. Aquel lo presenté a concurso por necesidad monetaria: parecía una victoria fácil: primer concurso universitario de cuento legua viva. Claro lo gané. 250.000 en efectivo y la publicación del cuento en la revista de la universidad. Nunca lo publicaron. Me sentí ofendido. La publicación se ofertaba como premio; hacía parte de las bases del concurso. Hoy, cuarto semestres después de que me echaran, volvía leerla para encontrarla como la creía: mediocre y mala, razones justas para que no la publicarán. Me indigné más al percatarme de que el alcance de la publicación que rechazó la obra es igual de mediocre al cuento y por esto la censura resulta verdaderamente ofensiva, chapucera, mediocre, "traquetea", tanto que podría estar equivocado. Exijo que se me censure con dignidad, por lo menos una fogata en la la puerta de la biblioteca o una carta de obispo como a Fernando Gonzales, pero un mero prevaricato me parece vil. Por ello publico este cuento que no quería ser obra por ser indigno e indigno resultó.
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