Bucaramanga, 16 de noviembre de 2022
Ayer se presentó una marcha fantasma en apoyo al gobierno nacional. Eso sí que es caer en picada: de la plaza llena a las calles vacías. Yo no creía en la posibilidad de que este relato pudiera aproximarse a la realidad. Obvio solo es mí opinión y como testigo presencial afirmo que no había nada, nadie, ni un ruido o bandera de marcha. En otras palabras, el oficio de cronistas es diferente al registro de las cámaras y aunque el relato pudiera superar en su descripción la belleza de la imagen, (como en el “Derecho a Soñar” de Bachelard y su descripción de “Nenúfares” de Monet) la realidad relatada no distingue la imagen que llega a la pupilas de la producida por la pantalla; como un narciso digital. La imagen-mundo, el devenir pantalla, especulamos diría Lipovetsky, perderá la capacidad para distinguir el cine de la realidad. Igual que el anuncio publicitario de la cadena de televisión (TNT) “pasa en las películas, pasa en la vida real”, como si de un relato de Saramago se tratara: “esa tal marcha en apoyo al presidente no existió".
Esta crónica se llama de una caída, porque infiere que la estructura de la política colombiana está cambiando de forma vertiginosa en especial en la relación: realidad-política-pantalla. Entonces, es fácil inferir que alguien en política va a caer y asegurar que su caída será primero en la pantalla y luego en “la realidad”. Claro está que, el primer síntoma de suponer que caerá el gobierno fue responsabilidad del mismo presidente al permitir que la universidad enviara a las y los estudiantes a clases virtuales (de pantalla) mientras se llevaban a cabo los Diálogos Regionales Vinculantes. Pero, no solo él sino cualquiera otro político, líder, mandatario y toda su burocracia, incluso las gárgolas de secretaría, pueden caer en momentos de vértigo político. Así que este texto es también una crónica que quisiera reseñar el ocaso de la política de malhechores y del arrogante corrupto que desprecia el esfuerzo. Pensado con calma, sería inquietante relatar cómo una propuesta presidencial novedosa se desintegra, pero también sería estupendo relatar la captura de varios funcionarios y ser testigo de cómo se desmorona la vieja y pusilánime forma de someter la política. Nuestra intención es registrar el derrumbe de una propuesta ideológica.
Si antes, en el gobierno del odio, hicimos “crónica de un movimiento'', esta vez describiremos la realidad de sus consecuencias: lo que pasó después del movimiento de los cencerros en la calle treinta y seis. Cien días son suficientes, diez entregas cuando mucho, para contar qué pasó, cuál fue el efecto de aquellas gestas callejeras de hace un año y bien sea evidente caiga el presidente o a quienes dice enfrentar.
Hoy es triste decir que, la última marcha en apoyo al gobierno nacional lo condena al olvido. Si nos basamos en los 100 primeros días las cosas no proyectan mucho. Terminará luchando por limpiar su nombre como su predecesor Samper Pizano. Igual, ya casi sus gobiernos se parecen mucho, ve uno las mismas caras que hace cien años como si de un volver al pasado se tratara, solo que ahora con “Petro en la Revolución''.
Pero tal como van las cosas, es probable que los cambios sean insignificantes. Si juzgamos el futuro político nacional por el comportamiento de la universidad ayer en la mañana todo funcionó como de costumbre, salvo los fantasmas en el aire y de la tarde… Antes, para llegar a clase de ocho de la mañana atravesaba todo el campus, ahora entro a la universidad por la portería de la carrera 25 dado que es más fácil llegar a la Escuela de Ingeniería de Petróleos que es dónde queda el salón que me asignaron este semestre. Aquí, en Petróleos todo se ve normal: salón con aire acondicionado, cortinas que corrigen el reflejo del sol sobre el tablero y un atril robótico con pantalla y computadora incorporada que proyecta en un televisor enorme una copia de la imagen. De no ser porque el aire acondicionado no funcionó en la segunda clase de la mañana, la de diez, creería que todo fue tan perfecto que parecía surreal: muy adecuado por tratarse de una universidad pública, casi que de película: con lindos salones y auditorios para proyectar cine los miércoles, como solía pasar en el cine de Hollywood que se proyectaba el siglo pasado en los escasos canales de televisión nacional los sábados: Rambo, Retroceder Nunca Rendirse Jamás, Alíen, etc. Por esa diferencia creo que, en tan lindo salón de clase, se pudo establecer la idea de que la hiper violencia contemporánea puede provenir de nuestra complacencia con el horror representado en la pantalla, como cierta complicidad del televidente con la exposición de violencia. La película de suspenso, concluimos, debe generar miedo en la pantalla, angustias que, con la certeza de la ficción, estremecen y emocionan a los asistentes por la simpatía que produce el aparente sufrimiento de los personajes.
Pero en la tarde, en cambio, en el edificio de Ciencias Humanas, las cosas fueron perfectas de otra manera y el ambiente resultó extraño. Primero, las puertas del edificio estaban cerradas y tal vez bajo la misma conexión que quitó el aire acondicionado en el salón de la clase de diez de la mañana en el edificio de “pesados”, en humanas, solo una puerta angosta que lleva a las oficinas permitía el acceso al salón de clase a las cuatro de la tarde. Como para ir a este lugar del campus se accede por la entrada principal, pues la Facultad de Ciencias Humanas es el primer edificio de la universidad y por ello debo entrar por la carrera 27; es ahí donde me entero, por casualidad y por un tímido letrero en la entrada que decía: “HOY HAY MARCHA”; que ese era el día de la movilización en apoyo a los cien días de gobierno del presidente. En la mitad de camino entre el letrero y la pequeña puerta que les comenté, en la plazoleta “Violeta Parra” vino a mí la fantasiosa imagen de que la universidad estaba normal, tan normal, que lo raro era que no hubiera marcha: como si todos los marchantes fueran borrados de la imagen en mi cabeza en un momento, como uno de esos trucos de marketing político en donde se edita la imagen para restarle convocatoria e importancia a la realidad del gobierno actual. Cuando vuelvo en sí veo que, de esa imagen de marchistas borrados, lo que queda es el resto del mundo en su vida tranquila en una apatía que casi parece una postura ideológica. Al final sí tuve clase y conté con el apoyo de media decena de estudiantes, tres de ellos extranjeros (mi primera clase internacional) que se inquietaron con la idea de que el capitalismo no pudo ser instituido en América latina por diferencias climáticas: -en la línea del Ecuador, les aseguré, resulta irracional acumular trabajo humano.
Fue una marcha fantasma que pretendía apoyar al presidente pero terminó de dirigirlo a su propia ruina, pues mostró que toda su fuerza política se agotó en tan solo cien días de gobierno y ya nadie está dispuesto a dar un peso por el país. O por lo menos esa posibilidad: que todo el capital político del presidente se pierda de un momento a otro.
Es el principio fundamental de la ciencia: nos valemos de instrumentos para percibir una realidad que inferimos puede ser comprendida bajo nuestra propia experiencia. Cuando vemos en el microscopio suponemos que seres transparentes aparecen ante las pupilas, creemos que esa transparencia obedece al tamaño y suponemos que lo infinitamente pequeño está oculto ante los ojos. Ahora bien, inferimos que la distancia y el lente corrige esta deficiencia óptica humana de percibir con la mirada los microbios. Lo mismo pasa en política, la pantalla sirve para distinguir las garrapatas y las gárgolas.
Ayer se presentó una marcha fantasma en apoyo al gobierno nacional. Eso sí que es caer en picada: de la plaza llena a las calles vacías. Yo no creía en la posibilidad de que este relato pudiera aproximarse a la realidad. Obvio solo es mí opinión y como testigo presencial afirmo que no había nada, nadie, ni un ruido o bandera de marcha. En otras palabras, el oficio de cronistas es diferente al registro de las cámaras y aunque el relato pudiera superar en su descripción la belleza de la imagen, (como en el “Derecho a Soñar” de Bachelard y su descripción de “Nenúfares” de Monet) la realidad relatada no distingue la imagen que llega a la pupilas de la producida por la pantalla; como un narciso digital. La imagen-mundo, el devenir pantalla, especulamos diría Lipovetsky, perderá la capacidad para distinguir el cine de la realidad. Igual que el anuncio publicitario de la cadena de televisión (TNT) “pasa en las películas, pasa en la vida real”, como si de un relato de Saramago se tratara: “esa tal marcha en apoyo al presidente no existió".
Esta crónica se llama de una caída, porque infiere que la estructura de la política colombiana está cambiando de forma vertiginosa en especial en la relación: realidad-política-pantalla. Entonces, es fácil inferir que alguien en política va a caer y asegurar que su caída será primero en la pantalla y luego en “la realidad”. Claro está que, el primer síntoma de suponer que caerá el gobierno fue responsabilidad del mismo presidente al permitir que la universidad enviara a las y los estudiantes a clases virtuales (de pantalla) mientras se llevaban a cabo los Diálogos Regionales Vinculantes. Pero, no solo él sino cualquiera otro político, líder, mandatario y toda su burocracia, incluso las gárgolas de secretaría, pueden caer en momentos de vértigo político. Así que este texto es también una crónica que quisiera reseñar el ocaso de la política de malhechores y del arrogante corrupto que desprecia el esfuerzo. Pensado con calma, sería inquietante relatar cómo una propuesta presidencial novedosa se desintegra, pero también sería estupendo relatar la captura de varios funcionarios y ser testigo de cómo se desmorona la vieja y pusilánime forma de someter la política. Nuestra intención es registrar el derrumbe de una propuesta ideológica.
Si antes, en el gobierno del odio, hicimos “crónica de un movimiento'', esta vez describiremos la realidad de sus consecuencias: lo que pasó después del movimiento de los cencerros en la calle treinta y seis. Cien días son suficientes, diez entregas cuando mucho, para contar qué pasó, cuál fue el efecto de aquellas gestas callejeras de hace un año y bien sea evidente caiga el presidente o a quienes dice enfrentar.
Hoy es triste decir que, la última marcha en apoyo al gobierno nacional lo condena al olvido. Si nos basamos en los 100 primeros días las cosas no proyectan mucho. Terminará luchando por limpiar su nombre como su predecesor Samper Pizano. Igual, ya casi sus gobiernos se parecen mucho, ve uno las mismas caras que hace cien años como si de un volver al pasado se tratara, solo que ahora con “Petro en la Revolución''.
Pero tal como van las cosas, es probable que los cambios sean insignificantes. Si juzgamos el futuro político nacional por el comportamiento de la universidad ayer en la mañana todo funcionó como de costumbre, salvo los fantasmas en el aire y de la tarde… Antes, para llegar a clase de ocho de la mañana atravesaba todo el campus, ahora entro a la universidad por la portería de la carrera 25 dado que es más fácil llegar a la Escuela de Ingeniería de Petróleos que es dónde queda el salón que me asignaron este semestre. Aquí, en Petróleos todo se ve normal: salón con aire acondicionado, cortinas que corrigen el reflejo del sol sobre el tablero y un atril robótico con pantalla y computadora incorporada que proyecta en un televisor enorme una copia de la imagen. De no ser porque el aire acondicionado no funcionó en la segunda clase de la mañana, la de diez, creería que todo fue tan perfecto que parecía surreal: muy adecuado por tratarse de una universidad pública, casi que de película: con lindos salones y auditorios para proyectar cine los miércoles, como solía pasar en el cine de Hollywood que se proyectaba el siglo pasado en los escasos canales de televisión nacional los sábados: Rambo, Retroceder Nunca Rendirse Jamás, Alíen, etc. Por esa diferencia creo que, en tan lindo salón de clase, se pudo establecer la idea de que la hiper violencia contemporánea puede provenir de nuestra complacencia con el horror representado en la pantalla, como cierta complicidad del televidente con la exposición de violencia. La película de suspenso, concluimos, debe generar miedo en la pantalla, angustias que, con la certeza de la ficción, estremecen y emocionan a los asistentes por la simpatía que produce el aparente sufrimiento de los personajes.
Pero en la tarde, en cambio, en el edificio de Ciencias Humanas, las cosas fueron perfectas de otra manera y el ambiente resultó extraño. Primero, las puertas del edificio estaban cerradas y tal vez bajo la misma conexión que quitó el aire acondicionado en el salón de la clase de diez de la mañana en el edificio de “pesados”, en humanas, solo una puerta angosta que lleva a las oficinas permitía el acceso al salón de clase a las cuatro de la tarde. Como para ir a este lugar del campus se accede por la entrada principal, pues la Facultad de Ciencias Humanas es el primer edificio de la universidad y por ello debo entrar por la carrera 27; es ahí donde me entero, por casualidad y por un tímido letrero en la entrada que decía: “HOY HAY MARCHA”; que ese era el día de la movilización en apoyo a los cien días de gobierno del presidente. En la mitad de camino entre el letrero y la pequeña puerta que les comenté, en la plazoleta “Violeta Parra” vino a mí la fantasiosa imagen de que la universidad estaba normal, tan normal, que lo raro era que no hubiera marcha: como si todos los marchantes fueran borrados de la imagen en mi cabeza en un momento, como uno de esos trucos de marketing político en donde se edita la imagen para restarle convocatoria e importancia a la realidad del gobierno actual. Cuando vuelvo en sí veo que, de esa imagen de marchistas borrados, lo que queda es el resto del mundo en su vida tranquila en una apatía que casi parece una postura ideológica. Al final sí tuve clase y conté con el apoyo de media decena de estudiantes, tres de ellos extranjeros (mi primera clase internacional) que se inquietaron con la idea de que el capitalismo no pudo ser instituido en América latina por diferencias climáticas: -en la línea del Ecuador, les aseguré, resulta irracional acumular trabajo humano.
Fue una marcha fantasma que pretendía apoyar al presidente pero terminó de dirigirlo a su propia ruina, pues mostró que toda su fuerza política se agotó en tan solo cien días de gobierno y ya nadie está dispuesto a dar un peso por el país. O por lo menos esa posibilidad: que todo el capital político del presidente se pierda de un momento a otro.
Es el principio fundamental de la ciencia: nos valemos de instrumentos para percibir una realidad que inferimos puede ser comprendida bajo nuestra propia experiencia. Cuando vemos en el microscopio suponemos que seres transparentes aparecen ante las pupilas, creemos que esa transparencia obedece al tamaño y suponemos que lo infinitamente pequeño está oculto ante los ojos. Ahora bien, inferimos que la distancia y el lente corrige esta deficiencia óptica humana de percibir con la mirada los microbios. Lo mismo pasa en política, la pantalla sirve para distinguir las garrapatas y las gárgolas.