La asamblea es la mayor manifestación del movimiento social. De todas ellas, la estudiantil es la más trascendental pues su esencia implica la capacidad de convocar el debate y la movilización de aquellos que, por su edad, influirán por décadas en la sociedad. En ella, lo nuevos ciudadanos cuestionan la autoridad tradicional y presionan los cambios en el establecimiento, es la voz del futuro. No obstante su importancia, resulta un privilegio de las universidades estatales que NO suelen experimentar la totalidad de los jóvenes que tiene permitido la educación. Esto hace que sea un espacio aún más solemne que ha tenido siempre el objetivo de la reivindicación de los derechos estudiantiles. Por todo esto es indispensable mantener una actitud crítica ante su manifestación, para salvaguardar el escaso e histórico escenario de participación universitaria.
Una buena manera de hacerlo es insistir en que las demandas de la asamblea deben ser de naturaleza estudiantil. Si es un espacio para discutir otros asuntos su legitimidad se desmorona como castillos de arena. Los trabajadores, los profesores y demás estamentos no deben utilizar la asamblea estudiantil como mecanismo para exigir sus reivindicaciones. Esto hace que la participación de los estudiantes disminuya y la asamblea quede desolada. Ahora bien, dado que muy pocos estudiantes pueden participar, aquellos que sí lo hacen deben tener el carácter de pensar únicamente en sus compañeros(as) y el criterio suficiente para defender que las reivindicaciones de toda asamblea deban incluir la totalidad de los integrantes de la comunidad estudiantil. De lo contrario, como ocurre hoy, el movimiento queda condenado al ostracismo pues en lugar de la solemnidad expuesta en el párrafo anterior, las reuniones se reducen a la participación del mismo reducido grupo de estudiantes con dinámicas clientelistas y objetivos obtusos.
Para finalizar es necesario recalcar que, el mundo académico contemporáneo cambia de forma vertiginosa y si este mecanismo de participación no se ha actualiza a ello sus efectos serán insignificantes. La asamblea debería entrar a la clase no suspenderla, debería abrirse paso en las demás universidades y no cerrar el único campus en el que aún se puede llevar a cabo. Solo se pueden detener las clases de pregrado, el resto, aquellos estudiantes de la parte autofinanciada de la universidad como maestrías, especializaciones o cursos de extensión y las demás universidades privadas de la ciudad siguen su vida acorde a los principios del rendimiento productivo. La asamblea es muy costosa y si no se busca la manera de contrarrestar ello, desaparecerá. Una buena forma de revertirlo, repetimos, es actualizarla, llevarla al salón de clase.
Una buena manera de hacerlo es insistir en que las demandas de la asamblea deben ser de naturaleza estudiantil. Si es un espacio para discutir otros asuntos su legitimidad se desmorona como castillos de arena. Los trabajadores, los profesores y demás estamentos no deben utilizar la asamblea estudiantil como mecanismo para exigir sus reivindicaciones. Esto hace que la participación de los estudiantes disminuya y la asamblea quede desolada. Ahora bien, dado que muy pocos estudiantes pueden participar, aquellos que sí lo hacen deben tener el carácter de pensar únicamente en sus compañeros(as) y el criterio suficiente para defender que las reivindicaciones de toda asamblea deban incluir la totalidad de los integrantes de la comunidad estudiantil. De lo contrario, como ocurre hoy, el movimiento queda condenado al ostracismo pues en lugar de la solemnidad expuesta en el párrafo anterior, las reuniones se reducen a la participación del mismo reducido grupo de estudiantes con dinámicas clientelistas y objetivos obtusos.
Para finalizar es necesario recalcar que, el mundo académico contemporáneo cambia de forma vertiginosa y si este mecanismo de participación no se ha actualiza a ello sus efectos serán insignificantes. La asamblea debería entrar a la clase no suspenderla, debería abrirse paso en las demás universidades y no cerrar el único campus en el que aún se puede llevar a cabo. Solo se pueden detener las clases de pregrado, el resto, aquellos estudiantes de la parte autofinanciada de la universidad como maestrías, especializaciones o cursos de extensión y las demás universidades privadas de la ciudad siguen su vida acorde a los principios del rendimiento productivo. La asamblea es muy costosa y si no se busca la manera de contrarrestar ello, desaparecerá. Una buena forma de revertirlo, repetimos, es actualizarla, llevarla al salón de clase.