Por: Ronald Duarte
"Después de algunos días de desenfreno, la innata alegría de la raza negra consigue suavizar las violencias de la revolución y los gritos de venganza se pierden entre los festivos aires del "currulao", a cuyo son bailan centenares de negros embriagados por la alegría de la libertad."
(LÍEVANO)
"Después de algunos días de desenfreno, la innata alegría de la raza negra consigue suavizar las violencias de la revolución y los gritos de venganza se pierden entre los festivos aires del "currulao", a cuyo son bailan centenares de negros embriagados por la alegría de la libertad."
(LÍEVANO)
:Nuestro realismo mágico no es asunto exclusivo de la literatura. Es el realismo, inverosímil y abrumador, que soportamos a diario y que se manifiesta en la ausencia de futuro. Ese falso profeta del "cualquier cosa puede pasar", muestra su forma más horrenda en la esfera política. Lo mágico entonces, no es solo insumo para escritores extraordinarios, sino también nuestra principal condición: "vivimos en constante lucha con las leyes de la lógica". Esto, en términos sociales, significa que perdimos la capacidad de "pactar". Este es el tamaño de su soledad.
La acción de pactar fue extinta de la esfera pública desde la primera revolución, varios años antes del grito de independencia. Aquel arquetipo de democracia produjo el pacto más antiguo de la América Libre, las capitulaciones de Zipaquirá de la Revolución Comunera, que fueran traicionadas por propios y enemigos. Aquella revolución en dónde negros, indios, criollos ricos y toda su combinatoria, encontraban puntos comunes como para molestar a su majestad cantando:
La acción de pactar fue extinta de la esfera pública desde la primera revolución, varios años antes del grito de independencia. Aquel arquetipo de democracia produjo el pacto más antiguo de la América Libre, las capitulaciones de Zipaquirá de la Revolución Comunera, que fueran traicionadas por propios y enemigos. Aquella revolución en dónde negros, indios, criollos ricos y toda su combinatoria, encontraban puntos comunes como para molestar a su majestad cantando:
El rico le tira al pobre;
al indio que vale menos,
ricos y pobres le tiran
a partirlo medio a medio.
al indio que vale menos,
ricos y pobres le tiran
a partirlo medio a medio.
Con la fuerza de los pueblos determinados a ser libres, los Comunes prosperaron como revolución convencidos de la hora de la redención: momento en que el sufrimiento ocasionado por los Españoles terminaría. El momento de ser libres nuevamente. Ese momento de redención, lógico con la promesa más importante de la religión que los invasores imponían, llevó a los Comuneros ha tener poder suficiente para Pactar, y al mismo Obispo y Virrey, la arrogancia similar como para desconocerlo. La consecuencia histórica de semejante burla es una total desconfianza de los colombianos por la Política, una pérdida del espacio colectivo.
La desconfianza es nuestro principal prócer. Cada colombiano entiende por pactar una acción inexistente, irreal, insignificante. Todos los días, millones de colombianos realizan pactos que no cumplirán, se comprometen a acciones que jamás se llevarán a cabo o que realizarán contrarias a lo pactado. Esto explica por qué llegamos tarde a todo, omitimos los semáforos, y nos gobiernan cincuenta mil leyes: porque somos incapaces de confiar en el futuro. El futuro, es el tiempo más caótico de nuestra abrumadora realidad. La incapacidad de anticiparlo, incluso en una pequeña distancia de nuestro presente, es lo que impide que confiemos en el hombre y dejemos todo en manos de la voluntad de divina.
Tan descomunal es nuestra desconfianza que las epidemias blanqueSÍnas pueden invadir las urnas mañana, como ocurre en los relatos, solo por que los del NO "no querían pender". Imaginen que ganara la paz. Sería la mayor locura de este pueblo sin futuro. Eso no ha pasado desde 1781. Antes de ser país fuimos guerra. Nos quitaron la libertad indígena, nuestra forma de vivir en estas tierras y trajeron la violencia civil. En este momento, la paz sería lo más extraño, lo más raro para un pueblo como el nuestro que ha vivido en guerra siempre.
Esta inveroSÍmil posibilidad demuestra que la magia sigue estando a nuestro favor. En esta país que puede pasar de todo: el país con más procesos de paz en el mundo. Que los Berbeos regresen a señalar Comuneros. Que los muertos sin nombre salgan a firmar sus lápidas. Que Bogotá se encienda, Que maten a cualquiera en una tarima, saliendo de su oficina en la séptima, en un avión, en su Cherokee verde, en un mostrador de droguería. Igual ya tenemos el guerrillero más viejo, ya somos el país más feliz del mundo, la tierra de Pablo, el país más desigual. Igual, en este país pasa de todo, los niños mueren de hambre.
Por qué no podría pasar entonces que pasara la locura de la paz. ¡Colombia cambia la historia de los traidores de 1781! Colombia derrota la traición. Colombia confía en su futuro. La democracia vence a la vulgaridad. La gente se une en contra de la locura, la guerra. Firmar la paz consiste en dejar de ser violentos; ser de un momento a otro diferentes. Que cada ciudadano piense solo en hacer la paz, eso nunca no ha pasado antes, sería justo que tal locura pasara, sería justo, justo aquí, justo ahora.
Ronald Duarte
La desconfianza es nuestro principal prócer. Cada colombiano entiende por pactar una acción inexistente, irreal, insignificante. Todos los días, millones de colombianos realizan pactos que no cumplirán, se comprometen a acciones que jamás se llevarán a cabo o que realizarán contrarias a lo pactado. Esto explica por qué llegamos tarde a todo, omitimos los semáforos, y nos gobiernan cincuenta mil leyes: porque somos incapaces de confiar en el futuro. El futuro, es el tiempo más caótico de nuestra abrumadora realidad. La incapacidad de anticiparlo, incluso en una pequeña distancia de nuestro presente, es lo que impide que confiemos en el hombre y dejemos todo en manos de la voluntad de divina.
Tan descomunal es nuestra desconfianza que las epidemias blanqueSÍnas pueden invadir las urnas mañana, como ocurre en los relatos, solo por que los del NO "no querían pender". Imaginen que ganara la paz. Sería la mayor locura de este pueblo sin futuro. Eso no ha pasado desde 1781. Antes de ser país fuimos guerra. Nos quitaron la libertad indígena, nuestra forma de vivir en estas tierras y trajeron la violencia civil. En este momento, la paz sería lo más extraño, lo más raro para un pueblo como el nuestro que ha vivido en guerra siempre.
Esta inveroSÍmil posibilidad demuestra que la magia sigue estando a nuestro favor. En esta país que puede pasar de todo: el país con más procesos de paz en el mundo. Que los Berbeos regresen a señalar Comuneros. Que los muertos sin nombre salgan a firmar sus lápidas. Que Bogotá se encienda, Que maten a cualquiera en una tarima, saliendo de su oficina en la séptima, en un avión, en su Cherokee verde, en un mostrador de droguería. Igual ya tenemos el guerrillero más viejo, ya somos el país más feliz del mundo, la tierra de Pablo, el país más desigual. Igual, en este país pasa de todo, los niños mueren de hambre.
Por qué no podría pasar entonces que pasara la locura de la paz. ¡Colombia cambia la historia de los traidores de 1781! Colombia derrota la traición. Colombia confía en su futuro. La democracia vence a la vulgaridad. La gente se une en contra de la locura, la guerra. Firmar la paz consiste en dejar de ser violentos; ser de un momento a otro diferentes. Que cada ciudadano piense solo en hacer la paz, eso nunca no ha pasado antes, sería justo que tal locura pasara, sería justo, justo aquí, justo ahora.
Ronald Duarte